En 2022, de vuelta a la realidad
Rodrigo Aravena González Economista Jefe de Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Probablemente usted ha realizado un esfuerzo muy grande este año tratando de encontrar sentido a algunas señales que, en primera instancia, son contradictorias.
Por una parte, tenemos una economía afectada por la pandemia, que aún no logra retomar sus actividades con total normalidad (al igual que todo el mundo), en medio de un inusual grado de incertidumbre político-institucional. En contraposición, vemos una economía que alcanzaría una de las mayores tasas de crecimiento a nivel global, más que duplicando las proyecciones que existían a comienzos de año. Así, terminaremos batiendo cualquier registro y expectativa que hayamos siquiera imaginado, pese a ser uno de los países que enfrentó más shocks al mismo tiempo.
¿Qué podemos concluir, entonces, de esta aparente contradicción? ¿Acaso nos convertimos en un país mucho más resiliente o volvimos a la productividad de los años 90? Lamentablemente, no: este crecimiento ha sido artificialmente afectado por políticas transitorias, y la dicotomía llegará a su fin en el muy corto plazo. Veamos.
Es fundamental reconocer que una parte importante del crecimiento ha sido explicada por el alza sin precedentes de la liquidez. En esta línea, el IPoM publicado la semana pasada por el Banco Central muestra que la acumulación de recursos por parte de los hogares ascendió a 28% del PIB (cerca de US$ 70.000 millones), compensando con creces la pérdida de ingresos laborales. Esto sugiere que, a raíz de los retiros de fondos de pensiones y los subsidios otorgados durante la pandemia, se habrían disponibilizado incluso más recursos que los generados en condiciones normales. Dado que estos ingresos no provienen de ganancias de productividad u otras fuentes de largo plazo, no perdurarán en el tiempo.
De esta manera, el desacople entre mayor crecimiento y deterioro de fundamentos está próximo a finalizar y, con ello, volver a nuestra realidad subyacente. Junto al anuncio de reducir el gasto fiscal más de un 20% el año entrante, enfrentaremos los efectos de las alzas de tasas (tanto por política monetaria como por los retiros de fondos de pensiones) y el impacto sobre el poder adquisitivo generado por la inflación.
Estos factores, sumados a otros, nos llevarán a un crecimiento que ligeramente superaría el 2% en 2022, con un segundo semestre que incluso podría tener una breve recesión. Ello anticipa un año con una fuerte desaceleración, mayores tasas de interés e inflación por sobre la meta del 3%, generando una serie de desafíos económicos y políticos.
Más allá de los análisis ex post que se pueden realizar, es fundamental tener conciencia sobre algunos factores que podrían evitar un aterrizaje aún más duro. Entre ellos, es relevante mencionar la importancia de la sostenibilidad fiscal, lo cual implica ser realistas en cuanto a las propuestas que se planteen para el futuro, sobre todo en cuanto a su financiamiento.
Asimismo, no puedo dejar de mencionar la relevancia que tiene la solidez de las instituciones, aspecto que juega un rol clave en los contrapesos políticos y por ende en la estabilidad de largo plazo, lo cual ha quedado en evidencia con creces a nivel regional.
Estos y otros factores no solo son relevantes por el nuevo ciclo político, sino también por la discusión constitucional que se intensificará aún más el año entrante. Y no puedo dejar de insistir en esto: estamos a tiempo de fortalecer las bases del desarrollo y bienestar de largo plazo.